El matrimonio y la familia están
estrechamente unidos. El primer lugar hay que decir que el matrimonio “funda
necesariamente la familia”. Del amor de dos esposos nace el nido familiar. Es difícil
construir una familia sin un matrimonio previo.
Ciertamente hoy en día se fundan las familias
sin un anterior compromiso matrimonial, mediante lo que se denomina convivencia
civil entre dos personas que se juntan. Pero la realidad de la familia exige en
si misma que haya una relación estable.
La familia necesita de un núcleo o
comunidad estable de personas para poder desarrollarse con normalidad, sin caer
en el egoísmo en la mera inestabilidad emocional o psicológica.
De este modo el matrimonio tiene una
importancia trascendental en el seno de la familia, hablando civilmente. Y,
desde una perspectiva cristiana, K. Wojtyla nos recuerda que “las tareas familiares podrán asumirse de
forma cristiana sólo si se profundiza en la teología del matrimonio con toda su
riqueza de gracias y su dimensión eclesial y si esta espiritualidad se vive en
la práctica dentro de los hogares”.
En otras ocasiones desde el pensamiento
cristiano actual se subraya la importancia de la familia con los calificativos
de proyecto creador y redentor de Dios.
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